Intervención en el coloquio "A 30 años de la Crisis de la Corbeta Caldas" el 10 de octubre de 2017
Leandro Area, el VA Jesús Briceño y Edgar C. Otálvora el 10OCT17 |
La Academia Nacional de
la Historia de Venezuela organizó, junto al Consejo Venezolano de Relaciones
Internacionales, el coloquio “A 30 años de la Crisis de la Corbeta Caldas”, el
cual tuvo lugar el 10OCT17 en la Sala Eugenio Montejo de la Biblioteca Los
Palos Grandes en Caracas. Edgar C. Otálvora fue uno de los ponentes invitados
al evento.
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Entendemos como la
Crisis de la Corbeta Caldas una serie de eventos que tienen como escenario
principal, pero no único, al Golfo de Venezuela. La presencia, en agosto de
1987 de naves de guerra colombianas en
aguas no delimitadas entre Venezuela y Colombia, desató una secuencia de
acciones militares, políticas y diplomáticas de virtual declaración de guerra. Dado
lo corto del tiempo, no voy a detenerme en los detalles y en la cronología.
Debo señalar además,
que en realidad no fue la primera ocasión en la cual se produjo un incidente
como este en ese escenario. En marzo de 1971, durante los gobiernos de Rafael
Caldera y Misael Pastrana Borrero, naves de guerra colombianas y venezolanas
estuvieron involucradas en actos de hostigamiento mutuo en el Golfo de
Venezuela seguidos de graves protestas diplomáticas. Los hechos de 1971 fueron
mantenidos en secreto por ambos países casi por una década. Y en su momento
desataron una masiva compra armamentista por parte de Venezuela.
Tanto en 1971 como en
1987, las crisis comenzaron con el descubrimiento de una nave colombiana al sur
del llamado paralelo de Castilletes, territorio que Venezuela considera fuera
de toda negociación. Acto seguido se produjo una persecución de naves,
incluyendo submarinos, con cortes de proa y declaración de zafarrancho de
combate. Después, una nave colombiana se anclaba frente a la población
colombiana de Puerto López mientras marinos venezolanos exigían el retiro de la
nave de la armada colombiana.
Ambas crisis tienen un
denominador común. Las áreas de patrullaje de las armadas de Venezuela y
Colombia se solapan porque no existe una delimitación aceptada por los dos
países. Y además, en cada país existen defensores de hipótesis delimitadoras
distintas a las que oficialmente han mantenido los respectivos Estados en los
procesos negociadores. En Venezuela, por ejemplo, algunos creen que Colombia no
tiene aguas en el Golfo y esa opinión ha tenido adeptos entre los militares
venezolanos. Es un asunto, sin duda, con muchas aristas. Para su cabal
entendimiento se precisa revisar el historial de las negociaciones
delimitadoras desde 1830, la historia política de ambos países, los cambios en
los conceptos, doctrinas y normas internacionales para las delimitaciones
marinas, es necesario pasearse por la historia militar de ambos países, mirar a
fondo el tema petrolero y después revisar muchas biografías de personajes de
ambas riberas del Arauca vibrador. Obviamente esta tarde no tenemos tiempo para
esa tarea.
Permítanme entonces
sobrevolar solo uno de los aspectos. ¿Por qué Colombia envió a la Corbeta
Caldas a aguas bajo disputa?. ¿Qué buscaba?.
La versión oficial colombiana
asegura que la Armada de ese país cumplía usuales travesías que partiendo de
Cartagena, llegaban al Archipiélago de San Andrés con entradas al Golfo de Venezuela.
Igualmente señalan que las órdenes para este tipo de patrullaje fueron
establecidas desde el gobierno de Alfonso López Michelsen y fueron debidamente
ratificadas al inicio del gobierno Barco.
El presidente Barco,
según diversa fuentes de mi total confianza, no fue informado previamente de la
operación de la Caldas de agosto de 1987. Incluso, antes de realizarse la
reunión de Barco con el alto mando militar y con Londoño para tratar la crisis
con Venezuela en agosto de 1987, que tuvo lugar fuera del Palacio de Nariño, el
presidente colombiano habría temido que se trataba de un alzamiento militar en
su contra.
Julio Londoño Paredes,
el canciller del gobierno Barco, guardó silencio desde 1987. Cuando en el 2002
intenté entrevistarlo para incluir su versión en el libro “La Crisis de la
Corbeta Caldas”, recibí el silencio como respuesta. Fue sólo en 2014 cuando ya Londoño
había dejado la Embajada en Cuba cuando el excanciller accedió a una larga entrevista para una
revista editada por funcionarios diplomáticos colombianos, en la cual habló sobre
su trayectoria personal y en la cual se refirió a la Crisis de la Caldas.
Encuentro cinco precisiones
importantes en la versión de Londoño:
Uno. Londoño asegura
que él no mandó la corbeta. “Que fue una orden del Comando de la Armada
Nacional en Cartagena para tareas rutinarias de patrullaje y control del
narcotráfico”
Dos. “Venezuela se
había acostumbrado a la ausencia colombiana y había adoptado la absurda
posición de que todo el Golfo les pertenecía, dejando a la Guajira colombiana
prácticamente sin mar”.
Tres. Después de
varios días de presencia de la Caldas en “zona económica colombiana” (…) aparecieron
buques de guerra y aviones de Venezuela y le ordenaron a la corbeta salir del
área, ya que de contrario abrirían fuego porque, supuestamente, estaba en
jurisdicción venezolana, lo que era falso”(…) “El Ministerio de Defensa informó
a la Cancillería y al Presidente (…) “Con
él y en coordinación con el mando militar acordamos que la Corbeta debía
permanecer en el área ubicándose dentro del mar territorial colombiano cerca de
Castilletes”.
Cuatro. “El Presidente
convocó al mando militar. Tras una comparación de potencialidades militares El
Presidente dijo “no hay nada que hacer, tenemos que sacar la corbeta; no se
puede arriesgar la vida de un solo colombiano por una cosa de estas
características que solamente está en un mapa; nosotros mantenemos
jurídicamente nuestra posición”. Dice Londoño que él “estaba totalmente de
acuerdo”.
Cinco: Londoño en su
narración confirma la evaluación que los militares venezolanos hicieron en
aquel momento. Colombia no estaba preparada para una ofensiva sobre Venezuela
ni para responder a una respuesta militar venezolana. Al presidente Barco le
habrían informado que Colombia contaba sólo con “ochenta soldados en Riohacha,
porque el resto están regados en misiones de orden público en todo el país.
Naturalmente que se están movilizando unidades desde el interior del país.”
Edgar C. Otálvora y Julio Londoño Paredes el 07FEB1990, en el río Orinoco durante una visita binacional a zonas en la frontera venezolano-colombiana Foto: MRE-Venezuela |
En definitiva, con la
Corbeta Caldas navegando en aguas del Golfo, la Cancillería y la Armada
colombianas pretendían hacer presencia, marcar territorio, como parte de la
estrategia para reactivar las negociaciones bilaterales o intentar llevar el
caso a una instancia internacional. Pero los militares colombianos no esperaron
nunca que Venezuela reaccionara desempolvando los planes de guerra
correspondientes a la Hipótesis Colombia.
El gobierno de Jaime
Lusinchi actuó bajo una evaluación cuya autoría corresponde a Simón Alberto
Consalvi, canciller de la época, quien estimó que Colombia no haría aquel
movimiento sin estar preparando una acción militar de mayor envergadura. La
decisión de Lusinchi fue mostrar la capacidad y la disposición de movilización
y combate venezolana pero frenando a quienes presionaban por un rápido escalamiento
de acciones. Lusinchi movió las tropas pero igualmente movió los hilos
diplomáticos buscando una respuesta de un hombre a quien la socialdemocracia
venezolana tenía por amigo, el cucuteño Virgilio Barco. Como ahora lo sabemos,
Barco y Lusinchi se la jugaron por la paz.
Si el motivo de la
Crisis fue la ausencia de una delimitación aceptada por ambas partes en el
Golfo de Venezuela, debemos entonces tener en cuenta que ese tema no ha sido
resuelto. Las comisiones negociadoras nombradas por Carlos Andrés Pérez y
Virgilio Barco en 1989 no llegaron a ninguna solución. Incluso debe recordarse
que el cuartelazo de 1992 tenía entre sus argumentos la supuesta política
entreguista de Pérez ante Colombia. Para los golpistas de 1992 negociar con
Colombia era un acto de traición a la patria.
También es conveniente
recordar que en 2007 Hugo Chávez anunció que ya estaba prácticamente listo un
acuerdo delimitador negociado con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y que sólo
quedaban detalles pendientes. Incluso asomó que la solución ante la dificultad
de delimitar algunas áreas podría ser la creación de zonas bajo condominio
binacional, como los que Colombia había asomado en 1975 y que Venezuela rechazó
en aquel entonces. También recordarán que en 2009 se produjo una crisis dentro
del equipo que el régimen chavista había designado para negociar con Colombia y
que era dirigido por el canciller Nicolás Maduro. Según lo que en aquel
entonces se filtró, algunos negociadores del chavismo se opusieron a una
hipótesis delimitadora que negociaron otros negociadores. Todos ellos al
parecer renunciaron o los despidieron. Ignoro si el régimen chavista ha
renovado sus negociadores ante Colombia pero ciertamente no existe en el
horizonte inmediato una solución delimitadora. De tal forma que, como ocurría
en 1971 y luego en 1987, la delimitación a los efectos del patrullaje militar,
concesiones petroleras o cualquier otro asunto, dependerá de la delimitación
unilateral de cada cancillería o de cada comandante de embarcación que se
adjudique la potestad de delimitar en Golfo con base a su hipótesis preferida.
Por ahora existe un modus vivendi sustentando en la aparente disposición de los
gobiernos de ambos países de obviar el tema. Confieso mi total ignorancia sobre
el nivel que un conflicto con Colombia por razones territoriales ocupa en el
esquema de hipótesis de conflicto de los militares venezolanos. En el caso de
Colombia, aparte del aún presente conflicto interno, pareciera que la principal preocupación territorial
colombiana es Nicaragua y no Venezuela.
Un último punto que
deseo mencionar. Como casi toda la historiografía venezolana, el evento de la
Crisis de la Corbeta Caldas pretende ser reescrito por la historia oficial
chavista. Recientemente el ministro de la Defensa decidió ascender y condecorar
a tripulantes de una de las embarcaciones que participó en las operaciones en
el Golfo en 1987. El ministro de la Defensa usó la expresión “adecos traidores”
para referirse a quienes en aquel entonces dirijan al Estado y sacaron al país
de esa crisis. Creo que vale la pena resaltar que la respuesta que el Estado
democrático venezolano dio a la crisis fue una impecable demostración de un
esquema donde un gobierno convoca y unifica a todas las fuerzas políticas ante
un tema de extremo interés nacional, lidera y faculta para la acción a unas
fuerzas armadas profesionales subordinadas al mandato civil y utiliza una
diplomacia de alto vuelo. Gracias al pulso de Lusinchi y a la responsabilidad
de Barco, la Crisis de la Corbeta Caldas no significó una guerra. Creo que ambos actuaron atendiendo a los
altos intereses de sus respectivos países.