Megas y Teras por Edgar C. Otálvora
Corrían los años ochenta y en la
televisión venezolana presentaban un comercial de la Macintosh. Un estudiante, seguramente
de una universidad privada caraqueña, entregaba a su profesor uno de aquellos nuevos
disquetes azules de tres y media pulgada, quizás con capacidad de poco menos de
uno y medio megabytes. En aquella extraordinaria pieza de almacenamiento
digital seguramente no cabría un selfie actual. El estudiante de la
propaganda utilizaba su adminículo para entregarle la tarea al profesor. Para
quienes no estaban familiarizados con las computadoras aquello era asombroso.
Para quienes usábamos computadoras desde una década atrás, nos había
tocado perforar tarjetas y esperar un
día los resultados de corridas en bath, aquello de la computación
personal y los disquetes era, como negarlo, el futuro. Después vino el internet
y las idas y venidas de disquetes quedaron en el pasado.
Desde hace ya algunos años los
trabajos de los estudiantes me son enviados por e-mail. Ecológicamente
disminuimos el consumo de papel, pero la razón real es que los estudiantes de
una de las principales universidades públicas venezolanas no pueden costear
fotocopias o la impresión de trabajos.
Corría el mes de junio de 2019. Un estudiante me entrega un pendrive con memoria
de 18 gigabytes el cual contiene un trabajo asignado en la materia. Se disculpa
por no
poder haber enviado el trabajo a tiempo,
pero en su casa, en una ciudad cercana a Caracas, no tienen servicio de
internet desde hace varias semanas por el más reciente apagón. En cambio, en Amazon
ya ofrecen pendrives chinos de un tera, con algunas taras, pero
un tera de capacidad.